@sdmin ▪ 24 Ene 23

Lesiones sobre el ring

Lesiones sobre el ring: ¿Quién tiene la responsabilidad?

Un luchador NO es un conejo dentro de una mochila de transporte

El sábado 14 de enero asistí como público a una función de mis amigos de Santiago Lucha Libre (SLL). En esa oportunidad fue conmigo al espectáculo un compañero simpático e inusual: un conejo. Mi mascota, de naturaleza dócil y tranquila, y que ya se ha acostumbrado a viajar en su mochila de transporte. En lo que respecta al show, mi pequeño amigo vivió toda la jornada de manera apacible en su mochila, sin inmutarse con nada, y estoicamente conoció a algunos colegas al finalizar la jornada; por la experiencia que tiene al acompañarme en algunas de mis clases ya está habituado a la presencia de gente. Ahora bien; no es exactamente de la compañía de mi mascota de lo cual quiero hablar el día de hoy. A raíz de una polémica surgida en torno a los riesgos que se toman arriba del ring y la supervisión que debería hacerse de los luchadores, hay algunas reflexiones que es pertinente hacer.

Existe entre el ser humano y los demás animales un profundo abismo de diferencia: la presencia del libre albedrío en nuestras propias acciones. En Filosofía y Ética, tema recurrente de reflexión es que el poseer razón y voluntad libres entrega al ser humano responsabilidad sobre su propia vida y acciones. Los animales y el ser humano actúan, pero solamente nosotros podemos hacernos cargo y dar cuenta de nuestras propias decisiones. A modo de ejemplo, al expresar mi opinión en esta columna, debo hacerme cargo de mis palabras. En lo que respecta a mi amigo conejo, puedo condicionarlo para que haga o evite ciertos comportamientos, mas no puedo pedirle que se haga responsable de sus propias acciones o que entienda el por qué actúo así con él. Si viaja conmigo en su mochila, soy yo quien debe responsabilizarse de él; si algo malo le ocurre, el responsable soy yo. Algo parecido ocurriría si mi acompañante fuera un hijo menor de edad; como su discernimiento todavía está en desarrollo, todavía no puedo exigirle la responsabilidad que le corresponde a un adulto. Pero ahora vayamos al fondo del asunto: si estamos hablando de participantes de una función de lucha libre, mayores de edad y poseedores de un discernimiento bastante más desarrollado, ¿Quién tiene la responsabilidad si ocurren accidentes?

Hay un punto en el cual concordamos varios: las agrupaciones y los luchadores veteranos tienen que velar por la integridad de los luchadores menos experimentados. Si la dirigencia o un luchador más antiguo advierten que hay un novato cuyo desempeño sobre el ring supone un peligro para sí mismo o para el resto del elenco, tienen el deber de hacer algo al respecto. Cuando se trata de un luchador incapaz de acatar indicaciones o de trabajar de manera segura, los encargados deben tener la valentía suficiente de removerlo de las presentaciones, e incluso expulsarlo de la promoción si la situación lo amerita. Ahora bien; como todo principio moral, esto tiene un matiz: de esta idea NO se sigue necesariamente que las agrupaciones o los luchadores experimentados tienen responsabilidad plena y absoluta por los errores de los novatos. Tampoco tienen el deber de estar vigilando 24/7 a los jóvenes para que no hagan tonterías dentro y fuera del ring. Ni hablar de hacerse cargo de accidentes que provienen de la desobediencia del libreto y de salidas de protocolo por parte de novatos vanidosos que quieren impresionar al resto. Menos tienen el deber de garantizarles a los novatos la inmunidad y la integridad física eterna.

 

Cada movimiento sobre el ring tiene un porcentaje de riesgo, y la experiencia demuestra que pueden existir las lesiones más insólitas de acciones tan simples como subir al ring o golpear el suelo con los brazos. Mas lo cierto es que la probabilidad de daño severo aumenta en la medida que una ejecución es más arriesgada. No te va a fracturar una vértebra del cuello el hacer un candado estándar a la cabeza, pero sí lo va a hacer una caída de cabeza desde una altura de dos metros y medio. ¿Suena como un asunto de sentido común? Puede que sí. Ahora bien; los desafío a intentar explicarle eso a un luchador joven. Por regla general, el luchador novato es difícil: reacio a la autocrítica, escasa disposición de escuchar a los luchadores más antiguos, actitud impetuosa e irreflexiva, cree que todo lo que le dices es por reprimirlo, quiere volverse famoso en el menor tiempo posible, suele hacer caso omiso de lo que dice el libreto, y lo que es peor, se cree indestructible. Así, las luchas de los más jóvenes se convierten en un festín interminable de patadas en la cara, piruetas arriesgadísimas, caídas de cabeza y sillazos desprotegidos… hasta que lo inevitable ocurre. La realidad se encarga de hacer entender al luchador joven que no es de hierro. Y la lesión es solo el punto de partida de un largo calvario.

Hay una amarga lección que el joven luchador chileno va a aprender en los meses fuera del ring: en nuestro país, el luchador que se lesiona queda abandonado a su suerte. El que algunas agrupaciones cuenten con paramédicos o llamen a la ambulancia no quita el hecho de que todo el tratamiento médico posterior corre por cuenta del luchador. La ayuda que puede prestar una promoción es escasa. No existe ninguna clase de marco legal que regule la Lucha Libre, y menos cobertura médica. ¿Es un asunto de mala voluntad? Por ningún motivo. La buena voluntad está en todas partes. El problema reside en que en Chile este deporte todavía no es sustentable; no puedes pensar en contratos, seguros de salud o cualquier garantía de esa clase, si lo recaudado en las presentaciones apenas cubre el arriendo del local. Si se trata de una agrupación emergente, es muy probable que tengan más pérdidas que ganancias en términos monetarios. Y ni hablar de la gran mentira de los benditos “shows a beneficio”: suele ocurrir que lo que se gasta en organizar ese evento cuesta más que lo recaudado. Agregue además un toque de ironía si otro luchador se lesiona durante dicha función. Los fans en Internet, en su habitual papel de “jedis” de redes sociales, después de enviar un montón de “fuerza”, no envían ninguna clase de ayuda real, y a la semana su solidaridad en torno al lesionado ha desaparecido. Y seamos francos: ¿Por qué habría de importarle al fan un tipo al que no conoce personalmente y con quien no tiene un auténtico deber de dar cuidados médicos?

En un deporte riesgoso llevado a cabo en un país que cuenta con pocas garantías, ¿quién es el mayor y verdadero responsable de la vida y acciones sobre el ring de un luchador? Simplemente él mismo. La única y verdadera “garantía” con la que cuenta es su propia prudencia, el saber su razón práctica de manera adecuada al momento de subir al encordado. Un luchador NO es un conejo dentro de una mochila de transporte. No es un ser instintivo e irracional. Es una persona que, de manera deliberada y voluntaria, ha decidido subir al ring con todos los peligros que esto conlleva. Y si consideramos que en principio ningún luchador en Chile tiene alguna clase de obligación moral o contractual de realizar acrobacias que superan su habilidad real, de participar de secuencias o “spots” que suponen riesgos innecesarios, o de ser golpeado objetos contundentes que no fueron diseñados como utilería, ¿por qué deberían culpar al empedrado por una decisión que provino de ellos mismos? Hay un deber que tienen todos los luchadores, el cual es conocer bien el medio y entender en donde están parados. Por último, si bien se puede entender cierta indignación por parte de los fans y la prensa de Lucha Libre frente a situaciones de este tipo, también es cierto que tienen que aprender a dejar de lado esa mentalidad paternalista, en la cual para ellos el luchador es como una especie de mascota o niño inmaculado sin culpa, y en donde la promoción es la única imputable por accidentes. No; cada luchador es responsable de su propia libertad. Cada quien debe hacerse cargo de sus propias obras.

Por Cazuela de la Obra

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